Un breve recorrido por la censura al corrido mexicano. Parte 2
En estas circunstancias, en que quieren suprimir la voz de los mexicanos, no me queda duda de que el corrido va a hacer lo que tradicionalmente ha hecho mejor: darle voz a quien no la tiene.
Juan Carlos Ramírez-Pimienta
San Diego State University
https://sdsu.academia.edu/JuanRamirezPimienta
La foto se tomó en un bar de Tijuana en agosto de 2023. Del texto llama la atención que la prohibición es genérica, total. No se están prohibiendo narcocorridos, a juzgar por el letrero. Ahí se está prohibiendo tocar corridos, a secas: todos los corridos, todo el género, o al menos así lo entiendo y así lo muestra la imagen. Así que, si alguien pidiera “El Siete Leguas” o “La tumba de Villa” o “El Prieto Azabache”, uno asumiría que no se podrían tocar, o que habría al menos argumentos para no tocarlos. Quedaría a discrecionalidad de las autoridades —o de alguien, quién sabe quién— interpretar o no la palabra corridos como narcocorridos.
Hay varias razones que dieron lugar a la prohibición de tocar corridos en Tijuana. Ciertamente, las amenazas a cantantes; pero un hecho que considero cimentó la resolución fue el asesinato, en febrero de 2024, de quien se hacía llamar popularmente Chuy Montana: el cantante y compositor Jesús Norberto Cárdenas Velázquez, de 19 años, asesinado el 7 de febrero. En cuanto se dio a conocer el caso, la entonces alcaldesa de Tijuana, Montserrat Caballero, declaró a los medios lo siguiente: "Pues yo sigo insistiendo: ese tipo de música genera mucha violencia." No dijo lo contrario, que sería más lógico. No dijo: "Pues yo sigo insistiendo, este tipo de violencia genera mucha música." Eso no lo dijo.
Todo esto me lleva a algo en lo que he insistido desde hace muchos años. Si el narcocorrido —o lo que sea que asociamos con esa noción musical— es escuchado, descargado, consumido, es porque le dice algo a la gente. En última instancia, eso es lo que habría que cambiar: el referente, despojarlo de relevancia y que la balada pase a ser lo que es en otros países: música histórica, folclore antropológico.
Chuy Montana había saltado a la fama en las redes un año antes de su muerte, después de que supuestamente fue descubierto en la línea internacional de Tijuana a San Diego, cantándole a la gente que hacía cola para cruzar la frontera en automóvil. De acuerdo con un video que circuló mucho en las redes, el grupo Fuerza Regida lo escuchó cantar y ahí mismo le ofreció un contrato para representarlo. Luego se diría que, en verdad, ya estaba bajo contrato, que el encuentro habría sido actuado, una puesta en escena.
Después de su asesinato, algunos medios entrevistaron a los familiares de Jesús Norberto, quienes revelaron que la vida que mostraba Chuy Montana en las redes era una total mentira. No había autos de lujo ni ropa cara, sino una modesta casa —la casa de su familia— donde Chuy Montana tenía un cuarto pequeño, también muy modesto. De acuerdo con la versión oficial de la Fiscalía General de Baja California, el joven fue asesinado junto con un amigo, conductor de taxi por aplicación. El presunto asesino, que fue detenido casi de inmediato, habría enfurecido porque, en una "tocada privada", el cantautor interpretó "melodías románticas" o "canciones de amor" y no narcocorridos. Le exigieron a Chuy Montana que cambiara el repertorio, pero él no hizo caso y siguió cantándole al amor. Dicho de otro modo, en sentido estricto, el también autor e intérprete de “Porte de Scarface” y “Polvos de Chanel” no fue asesinado por cantar narcocorridos, ¡sino por interpretar canciones de amor!
Sin embargo, cuando lo mataron, las autoridades tijuanenses de inmediato dijeron que le habían quitado la vida tras una presentación privada y que había sido por interpretar corridos. Cuando se descubrió que había sido por lo contrario, nadie dijo “lo mataron por cantar canciones de amor.” Lo contrario sí se decía y se escribía mucho —una variante de “lo mataron por promover la violencia”—; nadie, de nuevo, nadie dijo: “lo mataron por promover el amor.”
Mi postura es, pues, que, con todo y sus limitaciones, el prefijo narco- del narcocorrido sirve un propósito de deslinde. Estoy consciente de lo que denota decir corridos hoy en día, de cómo el género se asocia con crimen organizado, con panegírico, con violencia. Le he dedicado al asunto una buena parte de mi interés y tiempo profesional. Porque además también disfruto mucho escuchando un buen corrido. Eso es lo primero y luego, por supuesto, vienen los usos del género, que a veces uno los espera, pero que otras veces sorprenden.
Cada otoño imparto un seminario sobre el corrido y el narcocorrido en mi universidad, y uno de los aspectos que subrayo en clase es la extraordinaria elasticidad del género: su capacidad de absorber y dar cabida a una gran variedad de temas, incluso aquellos que, en apariencia, podrían considerarse ajenos o contrarios a su naturaleza. Esta flexibilidad ha permitido la conformación de un vasto corpus en el que conviven tópicos diversos, a veces contradictorios, que, sin embargo, encuentran cabida dentro del cancionero corrido. Un ejemplo que suele sorprender a mis estudiantes es el de los narcocorridos religiosos: composiciones en las que se entrelazan elementos que parecerían, a primera vista, incompatibles. No me refiero aquí a las “alabanzas bélicas”, sino a corridos norteños de hace 15 o 20 años.
En este momento estoy envuelto en varias investigaciones corrido-relacionadas, en varios proyectos, pero quiero comentar un par para dar al lector una idea del rango del corrido. El primero es el más lógico de los dos y tiene que ver con el uso de la música en el contexto de violencia. Es un proyecto que tiene su origen en la academia europea y trata no solo de corridos, sino de múltiples manifestaciones en las que la música es usada en un contexto de violencia, en un contexto bélico, como los cantos yihadistas, por ejemplo. En mi ignorancia, yo no sabía que el uso de la música está muy regulado —prohibido, de hecho— en la religión musulmana. No así el uso de la poesía, y al parecer los yihadistas obtienen una suerte de licencia o permiso religioso para poder entonar canciones que los motiven en sus objetivos bélicos. Yo, por mi parte, participo en el proyecto de libro con un capítulo, una reflexión del corrido como canto de guerra.
El otro proyecto es un estudio científico que tiene un componente del uso del corrido como canto sanador, terapéutico, en tratamientos para pacientes avanzados de cáncer, pacientes de origen mexicano en Estados Unidos, pacientes no necesariamente en grado terminal, pero sí en un estado avanzado de la enfermedad. El acrónimo del estudio es CALMA, Corrido as Legacy Through Musical Autobiography, es decir, el corrido como legado a través de la autobiografía musical. Grande fue mi sorpresa al recibir, hace un año, un correo electrónico de parte de una investigadora universitaria del sector salud, pero que también es antropóloga y ahora profesora de enfermería en una universidad de Arizona.
El proyecto conlleva la exploración del uso de corridos como cantos de vida. El corrido como canto sanador, terapéutico. La composición, grabación y producción de corridos para uso interno, para uso familiar. No se trata, por supuesto, de decir que los corridos curan el cáncer, pero sí de estudiar la factibilidad, la viabilidad de su uso terapéutico en varios niveles, en pacientes que enfrentan la muerte o al menos un largo proceso de sanación.
En última instancia, a cada paciente del proyecto se le compondrá su corrido, resaltando sus sacrificios y logros como emigrante en Estados Unidos. Por el momento, el proyecto está detenido. La investigadora principal me explicó que, dado el contexto actual en Estados Unidos, con la suspensión de fondos públicos para este tipo de proyectos (y para todo lo que huela a mexicano), es mejor esperar un tiempo.
Esto me lleva a mi siguiente punto: la campaña antimexicana que se está llevando a cabo en Estados Unidos por parte del gobierno federal. Esa censura de todo lo mexicano es la que considero va a tener un mayor impacto en el corrido, como género y como industria. No minimizo la censura del lado mexicano. Me doy perfecta cuenta de que es la primera vez que el corrido enfrenta censura en ambos países de manera simultánea. Pero a mí, la censura en Estados Unidos es la que me provoca más miedo, porque viene envuelta en un profundo odio (y miedo) a todo lo mexicano.Empero, es precisamente en este tipo de contextos cuando el corrido, de nuevo, como género, cumple con su mejor labor: cuando se torna en una verdadera “poética de emergencia”, como lo ha teorizado mi hermano Jorge Omar Ramírez Pimienta.
El corrido mexicano tiene su origen en el conflicto intercultural de mediados del siglo XIX en la frontera méxico-texana. Ahí están corridos como “El corrido de Kiansis” (conocido en México como “Los 500 novillos”) o “Joaquín Murrieta” para apoyar esta noción. En estas circunstancias, en que quieren suprimir la voz de los mexicanos, no me queda duda de que el corrido va a hacer lo que tradicionalmente ha hecho mejor: darle voz a quien no la tiene.
https://open.substack.com/pub/fsalcedo/p/censura-o-conciencia-social-el-debate?r=5i7exz&utm_medium=ios
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