El primer Zar antidrogas: Harry Jacob Anslinger
En 1968 el Buró Federal de Narcóticos se fusionó con otras agencias para finalmente convertirse en 1973 en la DEA, la agencia antidrogas que subsiste hasta nuestros días.
Juan Carlos Ramírez-Pimienta es profesor investigador de la
San Diego State University, especializado en la historia cultural del corrido y del crinen organizado.
https://sdsu.academia.edu/JuanRamirezPimienta
En 1947 Harry Jacob Anslinger, el poderoso y mediático jefe del Buró Federal Antinarcóticos estadounidense, la FBN por sus siglas en inglés, tenía más de quince años en su puesto, en el que permanecería otros diez y siete, abarcando desde la administración de Herbert Hoover, a inicios de los años treinta, hasta la de John F Kennedy quién, de manera un tanto sorpresiva incluso para el propio Anslinger, le ratificó en su puesto a pesar de que el joven mandatario venía con una agenda de rejuvenecimiento del gobierno. A los setenta años, la edad obligatoria para dejar el servicio civil, Anslinger presentó su renuncia ante la administración del nuevo presidente. Lo hizo el mismo día de su cumpleaños, el 20 de mayo de 1962, mas no le fue aceptada de inmediato. Todavía permaneció en el puesto unos meses más, a petición expresa del presidente Kennedy, quien finalmente le aceptó la renuncia en agosto, nombrando a Henry Giordano, uno de sus antiguos subordinados, como su reemplazo.
Harry Anslinger comandó la agencia antinarcóticos a través de una serie de momentos históricos, estadounidenses y mundiales, como la gran depresión económica, la Segunda Guerra Mundial y también en lo más álgido de la Guerra Fría. En este sentido, el comisionado antinarcóticos puede y debe ser considerado como la piedra angular de las políticas antidrogas estadounidenses, políticas que continúan hasta nuestros días y que incluyen, por supuesto, la institucionalización de prácticas intervencionistas en otros países, es decir el papel de Estados Unidos como el policía mundial antidrogas. En 1968 el Buró Federal de Narcóticos se fusionó con otras agencias para finalmente convertirse en 1973 en la DEA, la agencia antidrogas que subsiste hasta nuestros días. Con este cambio la nueva agencia antidrogas pasó de estar bajo la supervisión del Departamento del Tesoro a la del Departamento de Justicia, con lo que, paradójicamente, se le multiplicó su presupuesto anual en un mil por ciento, de sesenta y cinco a más de setecientos millones.
La labor de décadas de Harry Anslinger en la burocracia antinarcóticos fertilizó el terreno para lo que en julio de 1971 pasariá a ser conocido como la guerra contra las drogas, una política organizada por el entonces presidente Richard Nixon, que no ha cesado desde entonces hasta nuestros días, cuando el tema sigue dando encabezados noticiosos un día sí y el otro también. Es verdad que Anslinger convirtió a los Estados Unidos en el policía antidrogas mundial… pero con un especial atención a lo que desde entonces consideraba su patio trasero, México. El comisionado fue el pionero en presentar al gran público estadounidense a los bad hombres y bad mujeres mexicanas como el gran enemigo público. En los años cincuenta Anslinger aseguraba que la Unión Soviética y China, auxiliados por México, tenían una campaña para dominar a la juventud estadounidense a través de las drogas. Declaraba que una gran cantidad de la droga que entraba a Estados Unidos provenían de estos dos países y que ingresaban a través de México, en connivencia con narcotraficantes mexicanos como Ignacia Jasso “La Nacha”. Esto lo hacía el comisionado, al parecer, sin mediar prueba alguna; a contentillas enfatizaba o disminuía el papel de México en el tráfico de drogas, dependiendo de los intereses geopolíticos de Estados Unidos.
En 1947 Anslinger había presionado para que la Comisión Antinarcóticos de la Organización de las Naciones Unidas, el foro mundial sobre producción y tráfico de drogas, mudara su sede de Ginebra, Suiza, a Estados Unidos. El 30 de julio de 1947, en la primera reunión en la nueva sede y fungiendo como representante de los Estados Unidos, Anslinger presentó lo que llamó “El caso mexicano”, mostrando estadísticas y fotografías aéreas de grandes cultivos de amapola, declarando que los esfuerzos del gobierno mexicano eran cada vez menos efectivos pues se producía más droga y se destruían menos plantíos. Exigía que el gobierno mexicano incrementara sus actividades antinarcóticos sin dilación. Como el lector se dará cuenta, no hay en realidad nada nuevo bajo el sol en nuestra relación con Estados Unidos, tan solo los matices cambian. Ahora, por ejemplo, ya no hay necesidad de manipular a la ONU, que ha pasado a ser irrelevante.
En los intereses estadounidenses la “Guerra Fría” siempre ha estado por encima de la campaña antidrogas, que de hecho va a ser usada con frecuencia al servicio de la primera. El tema del narcotráfico y del crimen organizado va a continuar siendo supeditado al de la geopolítica. Mexico va a seguir siendo presionado nominalmente por cuestiones de narcotráfico, pero el verdadero objetivo siempre va a ser el ajedrez mundial, el posicionamiento geopolítico del vecino del norte. Esta presión tan solo se incrementará ante la emergencia de los BRICS y la subsecuente pérdida de la hegemonía de Estados Unidos en el mundo. Eso es, si acaso, lo nuevo, la decadencia del imperio estadounidense. En fin, que en las conversaciones de hoy en día hay un gran eco de las tesis de Harry Anslinger, un burócrata que permanece bastante olvidado en el imaginario estadounidense y prácticamente ausente del mexicano.